Los niños con sobrepeso que no hacen suficiente ejercicio pueden aumentar su riesgo de demencia en el futuro.
Un estudio de la Universidad de Oxford siguió a 862 niños cuyo peso se midió desde los siete años y cuyos niveles de actividad física semanal se controlaron desde los 11 años.
Sus cerebros fueron escaneados alrededor de los 20 años y analizados en busca de cambios asociados con la demencia.
Las personas con un IMC más alto a los siete años y aquellas con el aumento de peso más rápido a los 17 años tuvieron diferencias en la formación de la “red de modo predeterminado”, que se asocia con la demencia en la vejez.
Los niños menos activos con un IMC más alto tienen diferencias en su corteza entorrinal, lo que, según la evidencia, también desempeña un papel en la demencia.
Los resultados sugieren que el cerebro de los niños puede desarrollarse de manera diferente si no hacen suficiente ejercicio y tienen sobrepeso. Esto puede preparar el escenario para que tengan un mayor riesgo de demencia en la vejez, aunque se necesita más investigación para saber si este es el caso.
Los niños con sobrepeso que no hacen suficiente ejercicio pueden aumentar su riesgo de demencia en el futuro (foto de archivo)
Las investigaciones sugieren que los cerebros de los niños pueden desarrollarse de manera diferente si no hacen ejercicio, lo que potencialmente prepara el escenario para que corran el riesgo de sufrir demencia cuando crezcan.
Holly Haynes, autora principal del estudio, publicado en la revista Biomedicine, afirmó: “La demencia se considera una enfermedad que afecta a las personas mayores y la gente piensa que la mediana edad es la “ventana crítica” para evitarla viviendo de forma saludable.
Pero nuestra investigación muestra que mantenerse saludable durante la niñez y la adolescencia también es importante.
“Existe una creciente conciencia de que nuestros estilos de vida a lo largo de nuestra vida, desde una edad temprana, afectan lo que sucede más adelante en la vida y nunca es demasiado pronto para empezar a pensar en estar sano”.
Los estudiados eran participantes en el Estudio Longitudinal Avon de Padres e Hijos, un estudio de salud a largo plazo de familias en Bristol y sus alrededores que comenzó en 1991.