La guerra de los trabajadores contra los terratenientes finalmente me está alejando: los inquilinos han convertido mi casa en un burdel, un garito de drogas y una granja de conejillos de Indias, pero eso es el colmo.
Parecía la inquilina perfecta: una mujer de unos 50 años, muy educada y bien hablada, que me dio un depósito y su primer mes de alquiler por adelantado. Unas semanas…